Fiat Uno Turbo y los deportivos de todos contra todos de la década de 1990
En el lanzamiento del Uno Turbo, los ejecutivos de Fiat "sabotearon" a sus rivales para ofrecer un rendimiento más bajo en la pista de pruebas
En el lanzamiento del Uno Turbo, los ejecutivos de Fiat "sabotearon" a sus rivales para ofrecer un rendimiento más bajo en la pista de pruebas
Marzo de 1994. La disputa en el mercado nacional de autos deportivos fue muy feroz, y ese mes llegó otro miembro de peso pesado. Cuatro grandes marcas luchaban por el mismo consumidor, y no faltaban trucos para superar las ventas del rival. El último fabricante en lanzar su hatch deportivo brasileño fue uno italiano, de gran prestigio aquí, Fiat. En su momento, su hatch deportivo fue pionero en la adopción del turbocompresor, una tecnología que la competencia aún no ofrecía. ¿Quién no se acuerda del Uno Turbo?
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El lanzamiento del hatch deportivo con motor turbo tuvo lugar en la región de Fortaleza, Ceará, en el Autódromo Virgílio Távora. Allí, el fabricante italiano decidió celebrar un shootout: además de mostrar su novedad a la prensa nacional, llevó a la pista a sus tres rivales de peso pesado. De este modo, los periodistas podían hacer una comparación directa entre los coches deportivos en uso en pista e informar a sus lectores cuál era el mejor. O, al menos, las grandes ventajas de cada uno, entre ellas el inédito turbo hatch.
En ese momento, los cuatro autos deportivos tenían sus cualidades, y cada uno superaba al otro de alguna manera. Uno ofrecía aceleraciones más vigorosas, otro mostraba una mejor dinámica en las curvas, el otro frenaba de manera más competente, y así sucesivamente. Pero la marca italiana quería demostrar que su nueva escotilla era mejor. Y lo hizo a toda costa…
Por supuesto, los otros tres concursantes no eran «una mierda» y tenían méritos de sobra. Pero, ¿cómo hacer que el nuevo turbo hatch funcione mejor que sus rivales? ¡Con sabotaje! Un periodista de peso pesado en el mundo del automóvil decidió llevarse, de inmediato, uno de los deportivos, de una marca norteamericana, pero con un proyecto europeo (el Chevrolet Kadett GSI). Quería experimentar, en el circuito, cómo su motor 2.0 atmosférico y sus 120 CV podían ser mejores en comparación con el 1.4 turbo del nuevo hatch italiano, que se presentaba en ese momento.
En la primera vuelta, cuando aceleró para ganar velocidad, el coche mostró reacciones extrañas. En la curva de enfrente, el periodista perdió el control y terminó haciendo dos trompos en la pista, terminando en la grava, fuera del asfalto. De inmediato, el profesional se vio sorprendido por la reacción del deportivo de la marca norteamericana, ya que conocía el modelo y sabía que, en esa situación, podría dar la vuelta a la curva sin problemas. Esa reacción de pérdida de control no era normal.
De inmediato, el periodista fue a quejarse a un importante empleado del fabricante italiano, tratando de averiguar qué le pasaba a esa unidad del deportivo del competidor que habían puesto en la pista. Pues bien, el empleado de la marca italiana respondió de inmediato, con un fuerte acento: «estos coches rivales tienen poca presión de los neumáticos, mucho menos de la que indica el manual. Nuestro turbo está acelerando mucho más, y haciendo mejores curvas, porque está dentro de la conformidad». ¿Alguna vez has imaginado que todos contra todos se ganará el corazón de la prensa que cubre el evento?
Con este sabotaje, con los neumáticos pinchados, los coches de los competidores tendrían aceleraciones más lentas, y mucho menos rendimiento en curvas, frenadas o desviaciones rápidas de la trayectoria. El deportivo italiano que se estaba lanzando, con neumáticos calibrados, mostraría un comportamiento muy superior, obviamente. Sí, solo los 118 CV de potencia del nuevo turbo hatch le garantizaban una ventaja, al fin y al cabo era más ligero que sus rivales, y la tecnología de sobrealimentación permitía respuestas más ágiles al mando del acelerador a bajas revoluciones. Aun así, recurrieron a una artimaña que no era nada justa…
En realidad, la intención era hacer creer a la prensa que el nuevo turbo hatch era muy superior a los de las marcas rivales. Además del deterioro del rendimiento, estos seguirían siendo más inestables e inseguros a altas velocidades. Querían que el turbo diera la impresión de algo sensacional y, mucho más allá de vender, buscaban poner en valor la marca en el tema de la tecnología. Pero, en la práctica, no fue mucho mejor.
Este episodio, ocurrido hace 31 años, dejó claro que la búsqueda de conquista del consumidor en el segmento de los deportivos era una verdadera batalla campal, sin mucha ética: desde ser muy «presuntuoso» en la ficha técnica, hasta desinflar los neumáticos de la competencia en el momento de la prueba práctica. Historias de nuestra industria automotriz…
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